14.4.11

flashlight

twin peaks - David Lynch.

11.4.11

Consolation


"Consolation", Munch, 1894.

31.3.11

diapo

foto encontrada entre unas diapositivas familiares...

Referentes


Los referentes podrían ser, esas pequeñas obsesiones, o lugares de retorno, "las fuentes", los refugios.

A modo de introducción... Patti Smith, describe en su libro, "Éramos unos niños", en el que cuenta la historia de su relación con el fotógrafo Robert Muppelthorpe, la siguiente situación:

Cuando era pequeña, mi madre me llevaba de paseo por el parque Humboldt, junto a la orilla del río Prairie(…) El río desembocaba en una vasta laguna, y en su superficie presencié un milagro singular. Un largo cuello curvo se alzó de un vestido de plumas blancas.
“Cisne”, dijo mi madre, percibiendo mi emoción. El ave golpeteó el agua resplandeciente con sus grandes alas y alzó el vuelo.
La palabra en sí apenas dio fe de su grandeza ni transmitió la emoción que produjo. Su imagen me generó un deseo para el que no tenía palabras, un deseo de hablar del cisne, de decir algo acerca de su blancura, la naturaleza explosiva de su movimiento y la lentitud con que había batido las alas.
El cisne se fundió en el cielo. Me esforcé por hallar palabras que expresaran mi noción de él. “Cisne”, repetí, no enteramente satisfecha, y sentí un cosquilleo, un anhelo curioso, imperceptible para los transeúntes, mi madre, los árboles o las nubes…
Buscar los referentes puede ser, esa búsqueda de los instantes iluminación, o del momento en el que unas ganas inexplicables por nombrar lo innombrable desordenan la lógica de nuestros pensamientos.

 Las pistas, deben estar, seguramente, empezando por lo más cercano y llegando a los descubrimientos más recientes.  “presencié un milagro singular”, en los milagros propios, están, para mí algunos de los referentes…
La casa donde crecí, mi familia, es uno de mis primeros referentes. Uno de mis abuelos vino de Polonia a los 8 años escapándose del holocausto. Su hija, que viene a ser mi madre, tuvo que escaparse también, muchos años después, tras haber sido secuestrada, desaparecida y luego liberada, durante la dictadura militar. Cuando a los 16 años, y luego de preguntar a lo largo de muchos años y no obtener respuestas, me enteré de la historia de mi familia, mi cabeza dio un giro.
El silencio, el ocultamiento, y una historia prohibida, me llenaron de interrogantes, difíciles de responder. Cuántas palabras me faltaban.
Mis padres son arquitectos, crecí en una casa llena de cartones, maquetas y planos.
Mi viejo es además un enamorado de su profesión y un excelente dibujante, y haberme pasado la vida mirando su trazo, claramente orienta mi forma de ver.

 
 
Dibujos de mi viejo.

A los 4 años empecé a ir a un colegio francés, donde aprendí a hablar el idioma con unos libros ilustrados que venían con un casette que musicalizaba y contaba la historia. Me acuerdo de memoria de todas esas historias y canciones.

Como se me desordenan los referentes y su cronología, me voy a dar el permiso del desorden:
Una película-


Cuando temrino el cbc para Diseño Industrial, hago un viaje. En el verano del 2005, se organiza una retrospectiva de Diane Arbus en Barcelona, no la conocía, no conocía nada de ella, y entré a ver la muestra. Copias originales, cámaras, fotos grandes, otras más pequeñas. Las que más llaman mi atención son unas que no pertenecen a ninguna de las series más conocidas. Son una serie de autorretratos que se saca para mostrarle a su marido que está en la guerra la progresión de su embarazo. Y ahí se produje el hechizo, me enamoré, de eso que estaba viendo. La foto, me entristecía profundamente y a la vez, me atraía.


En ese viaje, pasé largas horas con un tío pintor, que me llevó a museos, a detenerme a observar la luz en los cuadros de Rembrandt, la transformación de Picasso hasta llegar al Guernica, la admirable e inolvidable serie negra de Goya (mi obsesión y admiración por esta obra, empieza en el momento en el que sé que el autor la pinta en las paredes de su estudio, deprimido por la guerra civil), las fotografías de Rodchenko, los cuadro de Lichenstein, las instalaciones de Richard Serra, Van gogh... e innumerables otros artistas, otras miradas....

De la serie negra. 1819-1823

Vuelvo, abandono Diseño Industrial después de dos meses de cursar...

Consigo un trabajo ad honorem como asistente de vestuario en teatro. Me empiezo a levantar a las 6 de la mañana para ir a 11 a comprar telas y materiales, y  los sábados comienzo, por-hacer-algo-con-mi-tiempo un curso de fotografía...
Me prestan una Pentax, pesada y tosca, pero amable... tardo poco en emocionarme, salen de todos lados, Cindy Sherman, Nan Goldin, Emmet Gowin, Sally Mann, y uno de mis preferidos Robert Frank, entre miles de fotógrafos...



Decido entrar a la carrera y encuentro un breve fragmento de un texto que me convence definitivamente:

Cine como sueño, cine como música. No hay arte que, como el cine, se dirija a través de nuestra conciencia diurna directamente a nuestros sentimientos, hasta lo más profundo de la oscuridad del alma. Un pequeño defecto del nervio óptico, un efecto traumático: veinticuatro fotogramas iluminados por segundo, entre ellos oscuridad, el nervio óptico no registra la oscuridad. Cuando yo, en la moviola, paso al película cuadro por cuadro diento todavíala vertiginosa sensación de magia de mi infancia: allí en al oscuridad dle armario ropero daba yo vueltas lentamente a la manivela pasando las imágenes una por una y veía así los cambios apenas perceptibles. Aceleraba: un movimiento.
Las sombras mudas o parlantes se dirigen sin rodeos hacia mis espacios más secretos. El olor a metal caliente, la temblorosa luz de las imágenes, el ruido de la cruz de malta, la manivela en la mano.


Ingmar bergman, La linterna mágica, p. 84.

Y entonces muchos más... pero sigo pronto, para que no sea demasiado aburrido...

Cap. 84. Rayuela, Julio Cortázar, 1963.


Solía leer este texto, una y otra vez, como descubriendo una enorme verdad, ahora no lo sé, pero me sigue gustando.

Vagando por el Quai des Celestins piso unas hojas secas y cuando levanto una y la miro bien la veo llena de polvo de oro viejo, con por debajo unas tierras profundas como el perfume musgoso que se me pega en la mano. Por todo eso traigo las hojas secas a mi pieza y las sujeto en la pantalla de una lámpara. Viene Ossip, se queda dos horas y ni siquiera mira la lámpara. Al otro día aparece Etienne, y todavía con la boina en la mano, Dis donc, c´est épatant ça!, y levanta la lámpara, estudia las hojas, se entusiasma, Durero, las nervaduras, etcétera.
Una misma situación y dos versiones… Me quedo pensando en todas las hojas que no veré yo, el juntador de hojas secas, en tanta cosa que habrá en el aire y que no ven estos ojos, pobre murciélagos de novelas y cines y flores disecadas. Por todos lados habrá lámparas, habrá hojas que no veré.
Y así, de Feuillet en aiguille, pienso en esos estados excepcionales en que por un instante se adivinan las hojas y las lámparas invisibles, se las siente en un aire que está fuera del espacio. Es muy simple, toda exaltación o depresión me empuja a un estado propicio a
lo llamaré paravisiones
es decir (lo malo es eso, decirlo)
una aptitud instantánea para salirme, para de pronto desde fuera aprehenderme, o de dentro pero de otro plano, como si yo fuera alguien que me está mirando.
(mejor todavía porque en realidad no me veo: como alguien que está viviendo)
No dura nada, dos pasos en la calle, el tiempo de respirar profundamente (a veces al despertarse dura un poco más, pero entonces es fabuloso)
y en ése instante sé lo que soy porque estoy exactamente sabiendo lo que no soy (eso que ignoraré luego astutamente). Pero no hay palabras para una materia entre palabra y visión pura, como un bloque de evidencia. Imposible objetivar, precisar ese defectividad que aprehendí en el instante y que era clara ausencia de qué qué.
Otra manera de tratar de decirlo: Cuando es eso, ya no estoy mirando hacia el mundo, de mía  lo otro, sino que por un segundo soy el mundo, el plano de fuera, lo demás mirándome. Me veo como pueden verme los otros. Es inapreciable: por eso dura apenas. Mido mi defectividad, advierto todo lo que por ausencia o defecto no nos vemos nunca. Veo lo que no soy. Por ejemplo (esto lo armo de vuelta, pero sale de ahí): hay enorme zonas a las que no he llegado nunca, y lo que no se ha conocido es lo que no se es. Ansiedad por echar a correr, entrar en una casa, en esa tienda, saltar a un tren, devorar todo Jouhandeau, saber alemán, conocer Aurangabad…
Ejemplos localizados y lamentables pero que pueden dar una idea (¿una idea?).
Otra manera de decirlo: Lo defectivo se siente más como una pobreza intuitiva que como una mera falta de experiencia. Realmente no me aflige gran cosa no haber leído todo Jouhandeau, a  lo sumo la melancolía de una vida demasiado corta para tantas bibliotecas, etc. La falta de experiencia es inevitable, si leo a Joyce estoy sacrificando automáticamente otro libro y viceversa, etc. La sensación de falta es más aguda en
Es un poco así: hay líneas de aire a los lados de tu cabeza, de tu mirada, zonas de detención de tus ojos, tu olfato, tu gusto, es decir que andás con tu límite por fuera.
y más allá de ese límite no podés llegar cuando creés que has aprehendido plenamente cualquier cosa, la cosa lo mismo que un iceberg tiene un pedacito por fuera y te lo muestra, y el resto enorme está más allá de tu límite y así es como se hundió el Titanic. Heste Holiveira siempre con sus hejemplos.
Seamos serios, Ossip no vió las hojas secas en la lámpara, simplemente porque su límite está más acá de lo que significaba esa lámpara. Etienne las vio perfectamente, pero en cambio su límite no el dejó ver que yo estaba amargo y sin saber qué hacer por lo de Pola. Ossip se dio inmediatamente cuenta, y me lo hizo notar. Así vamos todos.
En eImagino al hombre como una ameba que tira seudópodos para alcanzar y envolver su alimento. Hay seudópodos largos y cortos, movimientos, rodeos. Un día eso se fija (lo que llaman la madurez, el hombre hecho y derecho).Por un lado alcanza lejos, por otro, no ve una lámpara a dos pasos. Y ya no hay nada que hacer, como dicen los reos, uno es favorito de esto o aquello. De esa forma el tipo va viviendo bastante convencido de que no se le escapa nada interesante, hasta que un instantáneo corrimiento a un costado le muestra por un segundo, sin por desgracia darle tiempo a saber qué,
le muestra su parcelado ser, sus seudópodos irregulares, la sospecha de qué más allá, donde ahora veo aire limpio, o en esta indecisión, en al encrucijada de la opción, yo mismo, en el resto de la realidad que ignoro me estoy esperando inútilmente.
(…)
A la ameba uso nostro lo desconocido se le acerca por todas partes. Puedo saber mucho o vivir mucho en un sentido dado, pero entonces lo otro se arrima por el lado de mis carencias y me rasca la cabeza con su uña fría. Lo malo es que me rasca cuando no me pica, y a la hora de la comezón –cuando quisiera conocer-, todo lo que me rodea está plantado, tan ubicado, tan completo y macizo y etiquetado, que llego a creer que soñaba, que estoy bien así, que me defiendo bastante y que no debo dejarme llevar por al imaginación.
(Última suite).
Se ha elogiado en exceso la imaginación. La pobre no puede ir ni un centímetro más allá del límite de los seudópodos. Hacia acá, gran variedad y vivacidad. Pero en el otro espacio, donde sopla el viento cósmico que Rilke sentía pasar sobre su cabeza, Dame Imagination, no corre. Ho detto.

27.3.11

Reel

Reel 2011 from Lucía Vela on Vimeo.

Testamento de Rodin

Jóvenes que quieren ser oficiantes de la belleza, quizá les guste encontrar aquí el resumen de una larga experiencia.

Amen devotamente a los maestros que les precedieron. Inclínense delante de Fidias y de Miguel Ángel. Admiren la divina serenidad de uno, la brutal angustia del otro. La admiración es un vino generoso para los espíritus nobles. Cuídense, sin embargo, de imitar a sus mayores. Respetuosos de la tradición, sepan discernir lo que ella encierra de eternamente fecundo: el amor a la Naturaleza y la sinceridad. Éstas son las dos fuertes pasiones de los genios. Todos han adorado a la Naturaleza y jamás han mentido. Así la tradición les tenderá la llave gracias a la cual ustedes se evadirán de la rutina. Es la tradición misma quien les recomienda interrogar sin cesar la realidad y quien los preserva de someterse ciegamente a algún maestro.

Que la Naturaleza sea su única diosa. Tengan en ella una fe absoluta. Estén ciertos de que jamás es fea y limiten su ambición a serle fiel. Todo es bello para el artista, pues en todo ser y en cada cosa, su mirada penetrante descubre el carácter, es decir, la verdad interior que se transparenta bajo la forma. Y esta verdad es la belleza misma. Estudien religiosamente: no podrán dejar de encontrar la belleza, porque se encontrarán con la verdad. 
Trabajen con empeño. Fortalezcan en ustedes, escultores, el sentido de la profundidad. EI espíritu se familiariza difícilmente con esta noción; que no se representa de manera distinta más que con superficies. Imaginar formas con volumen le es molesto. Ésa es, no obstante, su oficio. Antes que todo, establezcan nítidamente grandes planos de las figuras que esculpan. Acentúen vigorosamente la orientación que darán a cada parte del cuerpo, a la cabeza, a los hombros, a la pelvis, a las piernas. El arte reclama decisión. Es por la salida bien acusada de las líneas por la que se adentran en el espacio y se apoderan de la profundidad. Cuando sus planos se detengan, todo se ha encontrado. Su estatua vive ya. Los detalles nacen y enseguida se disponen por sí mismos.

Al modelar, jamás piensen en superficie, sino en relieve. Que su espíritu conciba toda superficie como la extremidad de un volumen que lo empuja por detrás. Imaginen las formas como levantándose hacia ustedes. Toda vida surge de un centro, luego germina y se expande de adentro hacia afuera. De la misma manera, en la escultura bella se adivina siempre un poderoso impulso interior. Ése es el secreto del arte antiguo.

Ustedes, pintores, observen también la realidad en profundidad. Miren, por ejemplo, un retrato pintado por Rafael.

Cuando este maestro representa un personaje de frente, hace salir oblicuamente el pecho y así queda la ilusión de tercera dimensión. Todos los grandes pintores sondean el espacio. Es en la noción de espesor donde reside la fuerza. Recuerden esto: no hay trazos, sólo hay volúmenes. Cuando dibujen, no se preocupen jamás del contorno, sino del relieve. Es el relieve lo que rige el contorno. Ejercítense sin reposo. Es necesario que se entreguen al oficio.

EI arte no es más que sentimiento. Pero sin la ciencia de los volúmenes, de las proporciones de los colores sin la dirección de la mano, el sentimiento más vivo se paraliza.

¿Qué llegará a ser el gran poeta en un país extranjero del que ignora la lengua? En la nueva generación de artistas, hay un número de poetas que, desgraciadamente, rechazan aprender a hablarla. Por eso no hacen más que balbucear. ¡Paciencia! No cuenten con la inspiración. No existe. Las únicas cualidades del artista son sensatez, atención, sinceridad, voluntad. Realicen su tarea como obreros honestos.

Sean verdaderos, jóvenes. Pero eso no significa que sean meramente exactos. Hay una exactitud de base: la de la fotografía y la del vaciado. EI arte no comienza más que con la verdad interior. Que todas sus formas, todos sus colores, traduzcan sentimientos. EI artista que se contenta con la apariencia y quien reproduce servilmente los detalles sin valor no será jamás un maestro. Si han visitado algún camposanto de Italia, sin duda habrán notado con que puerilidad los artistas encargados de decorar las tumbas se dan a la tarea de copiar, en sus estatuas, adornos, dinteles, trenzas de caballo. Son quizá exactas.

No son verdaderas, porque no se dirigen al alma. Casi todos nuestros escultores recuerdan aquellos cementerios italianos. En los monumentos de nuestras plazas públicas, no distinguimos más que levitas, mesas, veladores, sillas, máquinas, globos, telégrafos. Punto de verdad interior, luego punto de arte. Horrorícense ante esta ropavejería.

Sean profunda y tenazmente veraces. No duden jamás en expresar lo que sienten, aún cuando se encuentren en oposición a las ideas establecidas. Puede ser que no sean comprendidos al principio. Pero su aislamiento no durará mucho. Los amigos pronto llegarán a ustedes, porque aquello que es profundamente verdadero para un hombre lo es para todos. Y con todo, sin muecas, sin contorsiones para atraer al público. ¡Simplicidad, inocencia! Los sujetos más bellos se encuentran delante de ustedes: son los que los conocen mejor...

Mi muy querido y muy grande Eugène Carrière, quien nos dejó tan pronto, mostró genio al pintar a su mujer y a sus hijos. No le basta celebrar el amor maternal para ser sublime.

Los maestros son aquellos que miran con sus propios ojos lo que todo el mundo vio y que saben percibir la belleza de lo que es demasiado común para los otros espíritus. Los malos artistas siempre ven a través de los anteojos de otros.

El gran punto es conmoverse, amar, esperar, estremecerse, vivir. ¡Ser hombre antes que ser artista! La verdadera elocuencia se burla de la elocuencia, decía Pascal. EI verdadero arte se burla del arte. Retomo aquí el ejemplo de Eugène Carrière. En las exposiciones, la mayor parte de los cuadros no son más que pintura: ¡las suyas parecen, en medio de las otras, dos ventanas abiertas a la vida!

Acojan las críticas justas. Las reconocerán fácilmente. Son las que confirmará la duda, que los asediará. No se dejen envolver por las que su conciencia no admita. No teman a las críticas injustas. Indignarán a sus amigos. Les obligarán a reflexionar sobre la simpatía que les tienen y la pregonarán más resueltamente cuando se disciernan mejor los motivos.

Si su talento es nuevo, no contarán al principio más que con pocos partidarios y tendrán una multitud de enemigos. No se desanimen. Los primeros triunfarán, pues saben por qué los aman; los otros ignoran por qué les son odiosos. Los primeros están apasionados por la verdad y ganan sin cesar nuevos adeptos; los otros no testimonian ningún celo durable por su opinión falsa. Los primeros son tenaces; los otros vuelan a todos los vientos. La victoria de la verdad es cierta.

No pierdan su tiempo en anudar relaciones mundanas o políticas. Verán a muchos de sus compañeros arribar por la intriga a los honores y a la fortuna: no son verdaderos artistas. Algunos entre ellos son, sin embargo, muy inteligentes y si ustedes emprenden la lucha con ellos sobre el mismo terreno, consumirán tanto tiempo como ellos mismos, es decir, toda su existencia: no les quedará entonces más de un minuto para ser artistas.

Amen apasionadamente su misión. No hay en ella más belleza. Es mucho más alta de lo que la gente cree. EI artista da un gran ejemplo. Adora su oficio: su más preciosa recompensa y la alegría de hacerlo bien. Actualmente, ¡lástima!, se persuade a los obreros por su desgracia de odiar el trabajo y de sabotearlo. EI mundo sólo será feliz cuando todos los hombres tengan almas de artistas, es decir cuando todos hagan con placer su tarea.

EI arte es más aún una magnífica lección de sinceridad. EI verdadero artista expresa siempre lo que piensa a riesgo de atropellar todos los prejuicios establecidos. Enseña así la franqueza a sus semejantes. Ahora bien, ¡imaginemos qué maravillosos progresos se realizarían de pronto si la veracidad absoluta reinara entre los hombres! ¡Ah, qué rápido se libraría la sociedad de los errores y las bajezas que habría confesado y con qué rapidez nuestra tierra se volvería un Paraíso!


(París, Francia, 1840 – Meudon, Francia, 1917)